Atardecía, cuando los vecinos de la Escuela 5 observaban asombrados el convoy de colectivos escolares que llegaban a aquella.
-“Cómo, no es una escuela de adultos, por la noche?”
-“Buscarán gente para una manifestación?”
-“Habrá un encuentro generacional (grandes y chicos)?”
Pero en el interior del edificio los “cocineros”, “informáticos”, “folkloristas”, “ingleses”, “cicleros”, sacaban número y hacían fila (con brazo extendido para tomar distancia) para ingresar a los móviles y ubicarse en los asientos correspondientes,
Eso si, la orden directriz era nada de gritos, consignas vs. y banderas para no confundir la “misión cultural”.
El viaje se sintió breve.
Ya estaban frente al Teatro Opera.
Allí grandes carteles anunciaban:
“PROGRAMA CENTENARIO DEL TEATRO COLON”.
Impresionados por la magnitud del título/evento se fueron apoltronando en las butacas.
Sin que nada mediara, simultaneamente se hicieron presentes el silencio, la luz y el movimiento:
Sobre el escenario desfilaron “El lago de los cisnes”, “La Bayadera” y “Coppélia” acompañadas por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires.
Estupor, asombro, emoción se reflejaban en los rostros de los presentes.
Dejarse ir con la vista y los oídos constituía la clase jamás soñada: ni salsas, ni software, ni zambas, ni good morning, ni matemáticas, ni historia, ni geografía, ni………..
Aún conmocionados retornaron a los micros, en silencio se sentaron y cerraron los ojos no queriendo despertar jamás.
Por una noche ocurrió el milagro
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